SECCIÓN PSICOANÁLISIS

LA BOMBITA Y EL OTRO

Cómo cambiar una bombita de luz...
o del sujeto frente a lo inefable de la contingencia del ser.


Por Luis Lacandela


Jacques Eloscuro, 1947, hasta la actualidad se desempeña como director del grupo de abordaje interdisciplinario a la cuestión de las relaciones Psico-Eléctricas, y pese a ello, sigue ocupando el cargo de docente titular de la Cátedra de Epistemología Electromecánica en una universidad privada en la cual el título es un escollo fácil de salvar (matrícula 300 pesos mensuales...)Conferencia dictada en ocasión del ’50 aniversario del Colegio Terciario Nº 5 con orientación electro – mecánica.



Autoridades, señores docentes, señores padres, alumnos. Se me ha invitado hoy a disertar sobre el hecho generalmente cotidiano, a veces anecdótico, y en ocasiones traumático, del cambio de una bombita de luz. Quisiera introducir entonces con unas palabras de Jacques Lacan pronunciadas en ocasión del Seminario XI “Los conceptos fundamentales del psicoanálisis”, cuando de repente y sin previo aviso la sala quedó a oscuras. Lacan, con ese sentido trascendente y metafísico que tenía del mundo, y con la única finalidad de crear un discurso que no sea un mero semblante, dijo:


-Que los parió, se fundió el foco.


La sabiduría contenida en estas palabras condensa toda la riqueza de sus desarrollos teóricos. Que un bombillo de luz se queme es, y ante todo debe ser entendido, como un síntoma, como una sobrecarga imaginaria que produce un cortocircuito simbólico en lo real del foco.


Cómo proceder ante esta situación que se nos presenta. Sin duda muchos de ustedes formados en la electro–mecánica no dudarían en cambiarlo; pero no es esta una respuesta automática, mecánica (o sea propia de mecánicos), que no tiene por que ser necesariamente idéntica en todos los casos. ¿Cuál es el deseo del foco en todo esto?


Se nos ha parodiado en innumerables ocasiones a los psicoanalistas, diciendo por ejemplo: ¿Cuántos psicoanalistas son necesarios para cambiar una bombita de luz? -Uno, pero la bombita ha de desear ser cambiada.


El mundo se ríe de los psicoanalistas, del deseo y de los bombillos quemados; pero es una risa mentirosa ya que no hace otra cosa que poner al descubierto la castración que como ley ha producido una escisión subjetiva, y un bombillo quemado no es menos en esto, nos deja a oscuras, perdidos en un mundo que suponíamos conocer, como un lapsus, o un sueño. Y entonces:

¿qué hace esta sociedad capitalista cuando un bombillo se quema? Lo mismo que hace cuando se hace presente la castración, lo innombrable del deseo: la compra es hecha y la bombita cambiada, y acá no ha pasado nada, y que siga el jolgorio y todas esas cosas; pero el bombillo se ha quemado, nosotros como psicoanalistas no podemos desconocer esta situación. Surge entonces la pregunta: ¿es posible cambiar un bombillo? ¿Es posible que un bombillo asuma otra posición subjetiva que la de estar identificado a la luz?


Vamos por partes, existen bombillos que se queman sin decir nada, hay otros por el contrario que se quedan ahí atascados, como atorados en una situación que no les corresponde. Son los famosos bombillos perversos que se niegan a dejar el portalámparas, provocando la angustia de quienes en el nombre de la ley, intentan normativizar una situación que ya sienten les repercutirá en una patada eléctrica o en el corte de algún dedo. En estos casos no habría psicoanálisis posible. Volvamos a la primer situación, el foco se ha quemado y está dispuesto a dejarse remover. Si el foco ocupa un lugar que es el del falo, tal cual nos lo ilustra la postal porteña de un guapo del novecientos recostado sobre un farol (esa figura tan machista, tan narcisista que es el guapo porteño), cuando se quema, no tiene más opciones que ocupar -tal como perro que lo han dejado de grande-, un no lugar, y así termina perdido y solo en un triste basurero. Pero si el foco, por la intervención del analista, pasa de una posición alienada -en tanto siendo la luz-, a ocupar otra posición subjetiva -ya sea adorno doméstico, colgante o artesanía-, se trata entonces de un reciclaje simbólico que le permite ahí reencontrase con ese deseo que dejó de lado al ocupar el lugar que desde el Otro se le exigía. Porque de última: ¿quién dijo que el deseo de todo bombillo es ser ahí la luz?

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